Había una vez una finca mágica, rodeada de montañas de amor y ríos de felicidad, en la que vivían los abuelos de tres alegres hermanitas. Ellas siempre esperaban las vacaciones para visitarlos y bailar libres entre las mariposas, con el canto de las aves.
El abuelo, hombre alegre y trabajador, bajaba cada semana al pueblo a hacer mercado. Y nunca volvía con las manos vacías: en su bolsa traía un tesoro envuelto en papel blanco, un dulce llamado brazo de reina. Cuando escuchaban el rugido del viejo campero subiendo la cuesta, las niñas corrían con todo su entusiasmo hasta la entrada, sabiendo que la alegría venía con él.
El abuelo sonreía al verlas, y mientras les entregaba el dulce, les decía con ternura:
—“El mejor regalo no es el postre, sino el momento que compartimos al disfrutarlo juntos”.
Pasaron los años, y cada vez que las hermanas prueban un brazo de reina, el sabor las devuelve a aquella finca encantada, donde las montañas eran de amor, las tardes eran de oro y los abrazos del abuelo eran lo más dulce de las vacaciones.
Hoy, cada bocado sigue siendo un recuerdo, cada recuerdo un abrazo, y cada abrazo un pedacito del abuelo que acompaña siempre sus corazones.
“Los dulces se acaban, pero el amor en los momentos compartidos es eterno, haciendo de cada recuerdo un abrazo para el alma”.
Leerle a tu bebé es una gran forma de culminar cada noche y hacerlo dormir con amor.
Cuéntale esta historia a tu bebé cada noche para verlo dormir tranquilo y sonriente.