Había una vez una abuela que sabía transformar los domingos en pura magia. Su varita no era de oro ni de cristal, sino de madera: una cuchara que giraba en un cuenco. Y con ella, entre harina, azúcar y mantequilla, su mejor truco: las galletas más deliciosas que María y sus hermanas hubieran probado jamás.
Las nietas, tres pequeñas soñadoras, aguardaban ese momento con ansias. Toda la semana parecía alargarse, pero el domingo, apenas el horno encendía su canto cálido, la espera terminaba. El aroma viajaba por la casa como un hechizo, llenando cada rincón de momentos dulces. Entonces, corrían a la cocina, con ojos como luceros, sabiendo que la abuela las esperaba con un plato de galletas y con su sonrisa más grande.
El tiempo se llevó el secreto de su sazón, pero María y sus hermanas conservan la receta escrita y aunque nunca las galletas volvieron a saber igual, algo aún más poderoso quedó: cada vez que preparaban la masa juntas, el aroma despertaba recuerdos, y la dulzura de la abuela volvía a alegrar cada rincón de la casa.
Así comprendieron que la magia no estaba en el azúcar ni en la harina, sino en el amor que ella horneaba con cada domingo.
“Las recetas se olvidan, pero el amor con que se comparten, permanece para siempre en el corazón, como un sabor que trae a la vida los mejores recuerdos”.
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Enséñale a tu bebé el amor por la lectura con este cuento corto cada noche.